Donantes cívicos

Fondo Evelyn y Harold Golden para la enseñanza del ballet

El romance comenzó en el paseo marítimo de Narragansett Town Beach en 1938. Cuando Harold Golden se ofreció a llevar a casa a su futura esposa, Evelyn, ella se negó cortésmente. Sin inmutarse, él volvió momentos después con una ingeniosa respuesta: "¡No es muy frecuente que alguien rechace una cita!" Evelyn le miró y replicó: "¡Pues no me habías dicho que me pedías una cita!" Aquel encuentro fortuito desencadenó lo que se convertiría en 72 años de matrimonio y un legado familiar de danza.

Para Evelyn, una de las cualidades más cautivadoras de Harold era su gracia natural. Cuando su madre le preguntó una vez qué veía en Harold, Evelyn exclamó: "¡Mamá, es un bailarín fabuloso!" Su madre replicó: "Bueno, Evie, no puedes ir por la vida bailando" Sin embargo, en muchos sentidos, eso es exactamente lo que hicieron Evelyn y Harold: bailar juntos en los buenos momentos y tirar juntos de las dificultades, criando a tres hijos: Arlene, Robert y Alan.

Su hija Arlene Golden Gilbert heredó la pasión de sus padres por la danza. Comenzó a bailar ballet clásico a los seis años, continuó con su amor por la danza hasta el instituto y estudió en el Conservatorio de Música de Boston, donde se especializó en danza. Lo que empezó como un pequeño grupo de doce estudiantes en el sótano de casa de sus padres en 1965 se convirtió en la fundación de la Jasper School of Dance de Cumberland y el JASPER Ballet (Just for AIDS Support, Perpetual care, Education and Research), una organización sin ánimo de lucro que sigue prosperando.

"El ballet es lo que más me gusta", reflexiona Arlene. "Tiene un lugar propio: tan disciplinado, tan bello" Este profundo aprecio por el ballet clásico la llevó a crear el Fondo Evelyn y Harold Golden para la Educación en Ballet en la Fundación Rhode Island, que financia becas para que jóvenes bailarines estudien en la Ocean State Ballet School.

El fondo rinde homenaje no sólo al amor de los Golden por la danza, sino también a su devoción por ayudar a los demás a hacer realidad sus sueños. A través de la Fundación, Arlene puede garantizar la continuidad de este legado. "A medida que envejeces empiezas a pensar: 'Sé que no estaré aquí para siempre'", dice. "Mi relación con la Fundación Rhode Island me dio confianza, y este fondo es en cariñosa memoria de mi madre y mi padre. Puedo ver el éxito del fondo y el trabajo de la escuela durante mi vida"

A lo largo de su carrera, la dedicación de Arlene fue más allá de enseñar pasos de baile. "Mis alumnos eran unos chicos increíbles", dice con orgullo. No sólo era su profesora, sino también su defensora, ayudándoles a encontrar oportunidades adicionales para avanzar en su formación. El compromiso de Arlene con los jóvenes talentos ha creado un círculo de apoyo cada vez más amplio, que seguirá creciendo gracias a su atenta inversión y a su inspirada generosidad.